Oficios

Antiguamente los oficios respondían a las necesidades de la vida y de una economía basada en la subsistencia familiar dependiente mayoritariamente de la agricultura y la ganadería. Si a ello unimos el que muy pocos eran los objetos y utensilios fabricados en serie y el hecho de que todo se reparaba y reutilizaba hasta su fin, la idiosincrasia del mundo de los oficios es fácilmente comprensible.

Todo pueblo, por pequeño que fuese debía contar al menos con un carpintero, que fabricaba desde puertas, ventanas, alacenas, arcas, artesas, cantareros o cucharas hasta los utensilios necesarios para la agricultura como carros y mangos de azadas.
Otros oficios importantes eran el esquilador de ovejas y de caballerías, el matachín, el albañil y los pastores, y ya modernamente el sastre y el guarnicionero.
Pero si hay un oficio que por su dificultad, dureza y necesidad se hizo imprescindible, este es el herrero ya que era quien realizaba y arreglaba los aperos de labranza (arados, rejas, azadas..), utensilios domésticos (candiles, rejas, estrudes, tenazas, cerrojos, llaves, aldabas, balcones..) y el herrado de las caballerías (herraduras y clavos). El herrero forjando el hierro mediante su golpeado en caliente daba la forma pretendida a una simple barra de hierro.

Había labores que requerían otros artesanos y oficios que no se encontraban en Lagata, como es el caso de las horcas en Almonacid, el tejero y el cañicero en Letux y el esparto en Lécera y Codo.